"¿Cómo hacer para no convertirse en fascista
incluso cuando (sobre todo cuando) se cree ser un militante
revolucionario?¿Cómo hacer desaparecer de nuestro discurso y de nuestros actos,
de nuestros corazones y placeres, ese mismo fascismo?¿Cómo arrancar ese fascismo
incrustado en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las
trazas de la carne que se habían introducido en los repliegues del alma.
Deleuze y Guattari, en cambio, acechan las más ínfimas partículas del
fascismo en el cuerpo.
Rindiendo un modesto homenaje a San Francisco de
Sales (1) podría decirse que El Anti-Edipo es una introducción a la vida
no fascista.
Este arte de vivir contrario a todas las formas de
fascismo, ya estén instaladas o próximas de serlo, van acompañadas de un
cierto número de principios esenciales, que yo resumiría como sigue si
tuviera que convertir este gran libro en un manual o una guía de la
vida cotidiana:
- Liberad la acción política de toda forma de
paranoia unitaria y totalizadora.
- Incrementad la acción, el pensamiento y los
deseos mediante proliferación, yuxtaposición y disyunción, antes
que por subdivisión y jerarquización piramidal.
- Liberaos de las viejas categorías de lo
Negativo (la ley, el límite, la castración, la carencia, la laguna) que
el pensamiento occidental ha sacralizado durante tanto
tiempo como forma de poder y modo de acceso a la realidad.
Preferid aquello que es positivo y múltiple, la diferencia a la
uniformidad, los flujos a las unidades, Ias disposiciones móviles a los
sistemas. Considerad que lo que es productivo no es sedentario sino
móvil.
- No imaginéis que haya que ser triste para
ser militante, incluso si lo que se combate es abominable. Es el vínculo
del deseo a la realidad (y no su fuga en las formas de la representación)
el que posee una fuerza revolucionaria.
-No utilicéis el pensamiento para dar a
una práctica política el valor de Verdad; ni la acción política para
desacreditar un pensamiento, como si no fuera más que pura especulación.
Utilizad la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el
análisis como un multiplicador de las formas y de los dominios de intervención
de la acción política.
- No exijáis a la política que restablezca los
"derechos" del individuo tal cual han sido definidos por el
filosofo. El individuo es el producto del poder. Lo que hay que hacer es
"desindividualizar" por la multiplicación y el desplazamiento,
por la suma de combinaciones diferentes. El grupo no debe ser el vínculo
orgánico que une a individuos jerarquizados, sino un constante generador de
"desindividualización".
- No os enamoréis del poder.
- Podría incluso decirse que Deleuze y Guattari aman
tan poco el poder que trataron de neutralizar los efectos del poder vinculados
a su propio discurso. De ahí los juegos y las trampas que encontramos un poco
en todo el libro, y que convierten su traducción en un auténtico tour de
force. pero no se trata de las trampas familiares de la retórica, aquellas
que tratan de seducir al lector sin que este sea consciente de la manipulación,
y que terminan por ganarlo para la causa de los autores, contra su voluntad.
Las acechanzas de El Anti-Edipo son las del humor: otras tantas
invitaciones a dejarse expulsar, a despedirse del texto dando un portazo. El
libro hace a menudo pensar que no se trata de otra cosa que de un humor y de
juego, allí donde, sin embargo, ocurre algo esencial, algo tremendamente serio:
el acoso de todas las formas del fascismo, desde aquellas, colosales, que nos
rodean y nos aplastan, hasta las formas más pequeñas que instauran la
amarga tiranía de nuestras vidas cotidianas."
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